La obra “Anónima” apuesta completamente al trabajo de los actores en el escenario para llenar de imágenes el espacio vacío y, de igual forma, busca el trabajo del público que necesitará reconfigurar y codificar lo que está viendo. Lo más importante es la presencia y la sensibilidad para dejarse tocar y recordar todo aquello que se ha perdido u olvidado, o que simplemente ha dejado de sorprender. De esta forma, el gran mundo de la obra se construye en la mente de cada espectador a partir de su imaginario, vivencias y recuerdos.
Trabajamos para un público que se responsabilice de su papel en el hecho escénico. No compartimos una idea de “público televisivo” que sólo se sienta esperando lo diviertan o complazcan. Nos dirigimos a un público activo, pensante, que construye, codifica, completa la obra y es parte de ella, que pone los sentidos al servicio del hecho escénico.
Desde esta perspectiva, trabajamos para cualquier ser humano con la disposición de imaginar, sentir y pensar.
La propuesta de dirección gira en torno al trabajo del actor con su propio imaginario y sus propios recuerdos y que, al encontrarse en un espacio vacío, debe habitarlo y dotar de sentido cada palabra emitida.
Es así que la escenografía es nula y la iluminación es muy sencilla. El paso de penumbra a luz apoya el develamiento que tiene cada uno de los personajes y el descubrimiento del otro. Tanto a/ como b/ se convierten en una naranja a la que hay que quitarle la cáscara y comérsela gajo por gajo para irla descubriendo y tal vez, si te comes una semilla, te nazca dentro un árbol para poder tener naranjas propias.
Trabajamos para un público que se responsabilice de su papel en el hecho escénico. No compartimos una idea de “público televisivo” que sólo se sienta esperando lo diviertan o complazcan. Nos dirigimos a un público activo, pensante, que construye, codifica, completa la obra y es parte de ella, que pone los sentidos al servicio del hecho escénico.
Desde esta perspectiva, trabajamos para cualquier ser humano con la disposición de imaginar, sentir y pensar.
La propuesta de dirección gira en torno al trabajo del actor con su propio imaginario y sus propios recuerdos y que, al encontrarse en un espacio vacío, debe habitarlo y dotar de sentido cada palabra emitida.
Es así que la escenografía es nula y la iluminación es muy sencilla. El paso de penumbra a luz apoya el develamiento que tiene cada uno de los personajes y el descubrimiento del otro. Tanto a/ como b/ se convierten en una naranja a la que hay que quitarle la cáscara y comérsela gajo por gajo para irla descubriendo y tal vez, si te comes una semilla, te nazca dentro un árbol para poder tener naranjas propias.